Investigador
principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
Enrique Patriau
Presentar a
Julio Cotler es casi un ejercicio ocioso. Son de sobra conocidos sus méritos
intelectuales, académicos. Además, es una persona de profundas convicciones
democráticas. Dos ejemplos: partió expulsado a México durante el velasquismo
por cuestionar la pretensión militar de llevar adelante la democratización de
la sociedad por la vía autoritaria, y ha sido –siempre– un feroz crítico
del fujimorismo, expresión política que, asegura, va en contra de sus
principios. Niega ser un pesimista. Prefiere definirse a sí mismo como alguien
realista. En la siguiente entrevista habla de la violencia en Áncash, de
Ollanta Humala, de Nadine Heredia, de las nuevas tecnologías, de sus yerros, de
sus años mozos de estudiante en San Marcos. Vale la pena leerlo, como siempre.
En el
prefacio de la nueva edición de “Clases, Estado y Nación en el Perú” usted cita
al español Manuel Azaña: “cuando el Estado desaparece, aparecen las tribus”.
Como que la frase define un poco lo que vemos que ocurre en Áncash, ¿no?
Es eso. Digámoslo
así: nunca tuvimos un Estado fuerte. En las últimas décadas hemos tenido todo
un proceso de movilidad geográfica, asociada con una movilidad social, con
luchas permanentes. Y Chimbote siempre fue una ciudad caótica, con extorsión.
Una ciudad en la que grupos fácticos desarrollaban poder, como en toda
ciudad-puerto. Encima, el gobierno de Áncash tiene los ingresos que tiene y no
hay control estatal. Y mire el Vraem, Puno, Tumbes. La otra vez me contaban que
los exterrucos en las alturas de Ayacucho están dominando terrenos a la fuerza,
haciendo justicia por su propio lado. Estado significa capacidad de regular, de
controlar y de hacer que la gente respete las normas y se convenza de la
necesidad de respetarlas. Conseguir la legitimidad no es algo tan fácil.
¿Es Áncash
un reflejo del fracaso del Estado peruano?
Para que
algo fracase, significa que en determinado momento estuvo bien. No, la palabra
que usa no me gusta. Áncash es la manifestación del peligro que existe en el
Perú. El Estado central está inhabilitado para ejercer el poder que debería
tener. El poder en el Perú no está centralizado, nunca lo estuvo.
¿Es un poder
muy disperso?
Muy delegado
a poderes locales. El Perú es central en las decisiones del gobierno, no en la
capacidad de ejecutar esas decisiones. Se habla de la descentralización. Yo
siempre pregunto, ¿qué cosa vas a descentralizar si no estás centralizado? Y
eso es lo que ha sucedido: se le ha dado poderes a las regiones sin que haya
élites regionales, o capacidad en esas regiones para ejecutar decisiones. Y
ocurre lo que ocurre. El Perú es un país que necesita un Estado central fuerte,
en el buen sentido de la palabra, para que se le reconozcan sus atribuciones.
Mire cómo maneja la gente en Lima. No se tienen por qué hacer juicios muy
abstractos. Mientras la gente no interiorice normas, se pueden poner los
policías y las papeletas que usted quiera, y no se va a solucionar.
En ese mismo
prefacio, usted señala que si no se resuelven la debilidad estatal, la
capacidad institucional para atender demandas y la frivolidad e improvisación
de la clase política, se pueden terminar “desgarrando los tejidos sociales que
dan sentido de pertenencia y referencia a los peruanos”. Es una premonición
tremenda.
La historia
es lo que es y sin embargo tomamos café y salimos a la calle con un cierto
grado de seguridad. Mal que bien las cosas continúan. Eso es lo sorprendente.
En el año 81 le hacía una entrevista a Nick Asheshov (periodista) y yo le
preguntaba por el Perú y él me decía que era una maravilla, porque haces
‘click’ y se prende la luz, o abres el caño y sale agua. Hoy en día puedes
decir exactamente lo mismo. Yo, a estas alturas de mi vida, pienso que de
repente tenemos referencias normativas muy elevadas, ¿no? Quisiéramos ser
Chile, los peruanos vivimos pensando en por qué no somos como Chile.
Obsesionados,
¿no?
Claro, es un
poco como preguntarse por qué no somos ingleses. Sin embargo, la historia da
cuenta de la lentitud de los procesos sociales, de las formaciones
institucionales, y si hay algo definitivo es que las instituciones, para
asentarse, requieren tiempo.
Pero ya
llevamos un buen tiempo como país.
Bueno, pero
las transformaciones que el Perú viene sufriendo en los últimos años son
inenarrables. Son transformaciones súbitas, abruptas. Un ejemplo: en el año 59
había 18 mil estudiantes universitarios, al final de los sesenta eran medio
millón. Mire esa violencia en los cambios. Ahora, otra cosa: sí hay
sicarios y todo eso, aunque tampoco es como para decir que ya estamos dominados
como en Michoacán o Tamaulipas. La percepción de los peruanos es que estamos en
una situación peor que en México, Brasil, Argentina o Venezuela.
En “Clases,
Estado y Nación” usted dice que una de las causas por las que no somos un
estado-nación es por los rezagos de la sociedad colonial. ¿Percibe esos rezagos
en la actualidad?
A ver,
obviamente que en el Perú hay racismo, como en todas partes del mundo, pero hoy
no es dable expresar ese racismo porque sería algo muy criticado. No quiero
decir que no haya comportamientos racistas, pero son vergonzantes. Del otro
lado, una serie de procesos dan cuenta de la movilidad de representantes de los
grupos discriminados. Queda mucho, desde luego, pero hay mucho que ha
cambiado.
¿Para
bien?
Desde luego,
y eso desde que te encuentras con cerca de un millón de estudiantes
universitarios.
¿Ha moderado
su pesimismo, o me equivoco?
No es que lo
haya moderado. No soy pesimista. Esa es una de las cosas que me cargan. Yo soy
realista y por eso me dicen pesimista. Por ejemplo, decir que la economía anda
muy bien cuando el 80% de los jóvenes es informal, eso es algo que no lo
entiendo. ¿Cómo se puede decir que anda bien la economía?
¿Porque
crece el PBI?
Ojo, en la
medida en que crezca más el producto y haya menos posibilidad de acceder al
sector formal, la crisis social se va a agudizar. ¿Cómo va a desembocar ello?
No creo que en formas tranquilas, necesariamente. Perú es uno de los países del
mundo con un sector informal más grande. En América Latina solo Paraguay y El
Salvador están en iguales condiciones. Y por el otro lado, me hablan de este
famoso “emprendedurismo”…
Claro, el
que se la juega sola y trata de salir adelante.
Es gente que
vive de cachuelos, o de formas muy marginales. ¿Hasta dónde la gente puede
tolerar eso, sobre todo en situaciones de cambio y crecimiento? Piense en La
Parada. Su cierre significó que cientos de personas perdieran sus puestos de
trabajos, desde la señora que vendía camote frito, hasta el portero y el
cargador. No se trata de moderar el crecimiento, se trata de analizar los
riesgos.
Si
tuviéramos un crecimiento económico que mejorara las condiciones generales, con
un Estado que más o menos pudiera regular y controlar, uno estaría algo
tranquilo. ¿Pero acá? Uno no puede estarlo.
El Estado
primero es seguridad. El Estado que no garantiza la seguridad, no es tal.
En una
entrevista que le hace Martín Tanaka, antes de la segunda vuelta del 2011,
usted dice que de ganar Humala “tendría muchas dificultades para ejercer
un poder muy fuerte, porque ni él es político ni tiene equipo político”. ¿Sigue
pensando igual?
Más o menos,
sí.
¿Humala no
tiene poder?
No, claro
que tiene poder, pero es muy restringido. En general todos los presidentes en
el Perú tienen poderes muy restringidos. ¿En dónde funcionan bien las cosas en
el Perú? En el Ministerio de Economía y Finanzas, en la Superintendencia de
Bancos. ¿Pero dónde funciona mal? En sectores como salud, educación.
¿En los
sectores donde se necesita hacer política?
Exacto.
Cuando hablo de equipo, no hablo de uno de técnicos. Hablo de un equipo que
trabaje colectivamente para lograr determinados propósitos.
¿Humala
todavía no aprende a hacer política?
Debe haber
aprendido algo, no sé si lo necesario. ¿Alguna vez habla con los congresistas
de su partido? ¿Se pone de acuerdo con ellos en alguna plataforma de
propuestas? ¿Existe el Partido Nacionalista, o solo existe Nadine
representándolo? Si no existen partidos, colectividades políticas, es muy
difícil gobernar democráticamente.
Ya que la
menciona. ¿Qué le sugiere Nadine? ¿Cree que tiene la influencia que se le
atribuye?
Debe tener
mucha influencia en las decisiones que se toman, en la elección de personas.
Sí, no me sorprendería y no tendría por qué llamar a sorpresa. Se escandalizan
mucho acá de que Nadine tenga un poder informal, en un país en donde la
informalidad está generalizada. ¿Por qué tanto escándalo? Claro, no debería ser
tan…
¿Obvia?
Sí, obvia.
Pero ese creo que ya es un problema de personalidades.
En la misma
entrevista con Tanaka, usted dice que se “acabó el ciclo histórico de los
partidos más antiguos del Perú”. ¿A qué se refiere?
Mire, los
partidos políticos tradicionales estuvieron formados durante el periodo
oligárquico, y eso se acabó. Velasco les cortó el piso. Con Twitter, Facebook,
la forma en que se desarrollan los liderazgos es totalmente diferente. Uno ya
no tiene que ir al local partidario para conocer la línea política.
Basta leer
el Twitter de Alan García, digamos.
Es que
estamos en otro tipo de sociedad, en otro tipo de organización social, con
otras demandas. ¿Para qué usted va a leer a estas alturas a Haya de la Torre?
¿Por
curiosidad histórica?
Ah, claro,
pero esos planteamientos de los años veinte o treinta ya no tienen vigencia en
el momento actual. Por eso, ese ciclo de vida ya se terminó. Y no tiene nada de
particular, ¿eh? No he hecho ninguna declaración de muerte.
Causó
algo de revuelo aquella comparación que hizo de García con Alberto Fujimori y
Abimael Guzmán.
Una
declaración esperpéntica. Demasiado…
¿Se
arrepiente?
No, pero han
hecho tanta bulla con eso. Pero sí pues, estos individuos declararon la muerte
a una sociedad y ahora hay una recomposición que va a durar no sé cuánto. Ya no
estaré para verla, seguramente.
Usted es un
severo crítico del fujimorismo. ¿Se vería votando por Keiko en alguna
situación?
No.
Significaría traicionarme en muchas cosas, traicionar la visión que tengo del
país, de lo que quiero para el Perú. El fujimorismo y el montesinismo me resultan,
no quiero decir repugnantes, sí lo más contrario a mis principios. ¿Qué es
Áncash? La 'centralita', compra de diarios. Montesinos, pues.
Hace un
tiempo le escuché decir que en el Perú no se puede decir lo que ocurrirá ni en
diez días.
Es
así.
Sin embargo,
a usted lo buscan como predictor de acontecimientos. Es un riesgo, ¿no?
Recuerdo que predijo que a la segunda vuelta del 2011 pasarían PPK y Alejandro
Toledo. No pasó ni uno de los dos.
¿Le
molesta que le soliciten este tipo de predicciones?
Sí. Porque
acá es posible que en 24 horas aparezca un candidato y arrase con todo. Y
entonces uno queda en ridículo. Y yo quedé en ridículo, por supuesto. Se acabó
la historia. No asumí lo que yo vengo diciendo: que el Perú es impredecible. A
veces a uno se le suelta la lengua, irresponsablemente.
Bueno, no
solamente a usted. Todos opinamos.
Ese es otro
cambio. De repente, sin saberlo, en las redes un fulano puede tener más
influencia de la que yo o cualquiera de los supuestos gurús pudiera tener. De
hecho, a mí me cuentan de gente con miles de seguidores en Twitter o blogs,
mucho más influyentes que quienes escribimos. ¿De qué manera el mundo del
Twitter tiene más influencia que el mundo académico?
¿Le preocupa
eso?
Bueno, eso
pasa en todas partes del mundo. Se habla mucho de la crisis de los
intelectuales. Esa es la nueva sociedad que se está creando. Con las nuevas
tecnologías de información o de aprendizaje, uno se pregunta si de aquí a diez
años subsistirán o tendrán alguna función las universidades.
“PANIAGUA ES
UN POLÍTICO AL QUE RESCATARÍA, UN REPUBLICANO”
Los peruanos
solemos referirnos en muy malos términos de nuestros políticos. ¿Nunca se ha
puesto a pensar en que quizás alguno, contemporáneo, no ha sido lo
suficientemente reconocido?
Hay una
primera cosa ahí. Un ministro alemán decía que si uno quiere recoger aplausos,
entonces la solución infalible es hablar mal de los políticos. Toda la vida se
habla mal de los políticos por razones muy obvias, entre ellas porque se
apropian de una representación que no siempre se les concede. No es un rol muy
feliz, que digamos, ¿cierto? Ahora, sobre su pregunta… (piensa).
¿No hay?
No, no
quiero decir eso. Estoy pensando. Si me remito al ideal, diría que
ninguno.
¿Es una
pregunta complicada?
Es una pregunta
muy complicada. Mire, Valentín Paniagua fue quien estuvo lo más cercano a mi…
¿Ideal?
No ideal,
pero sí es alguien que merecía respeto, aunque no tuvo la decisión de hacer un
par de cosas fundamentales.
¿Cuáles?
Para
empezar, quedarse un par de años.
Bueno, el
suyo era un gobierno de transición.
Y tampoco
hizo la suficiente depuración. Claro, él era una persona muy respetuosa de las
leyes, de los procedimientos, y prefirió dejar el campo libre para los que
siguieran. Digamos que Paniagua es alguien a quien yo rescataría, un
republicano.
Y qué mal
que le pagamos en la campaña del 2006.
Por
supuesto, es que estamos en el Perú, ¿cierto?
¿Piensa
seguir votando en las elecciones que vengan? La ley ya no lo obliga.
Hasta ahora
he votado. Dependerá de cómo se presente la situación. Lo que pasa es que mi
mujer me arrastra para que vaya a votar. Ella es una militante ciudadana.
Leí
declaraciones suyas recordando con nostalgia su pasado escolar. ¿Lo marcó
mucho?
Nostalgia,
no. Con mucho reconocimiento. En el colegio aprendí a respetar opiniones
diferentes, había un nivel de tolerancia de parte de los profesores
impresionante. Mi grupo de amigos en cuarto y quinto de media era formidable. Y
en la universidad, lo mismo. Yo no recuerdo tanto los cursos o los profesores.
Recuerdo más el patio de letras (en San Marcos), o el café Palermo.
Referencia
Transcrito de http://www.larepublica.pe/14-04-2014/ancash-es-la-manifestacion-del-peligro-que-existe-en-el-peru
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